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Cuidar en tiempos de crisis: ¿Quién es responsable?

Sarah Stephens, Justine Williams, Mariakarla Nodarse

Solidaridad y cuidado durante la pandemia de Covid-19 ahora publica el boletín Cuidar en tiempos de crisis de la Plataforma para la Innovación y el Dialogo con Cuba, incluyendo este número. El boletín comenzó el 20 de marzo de 2020 y se publica en inglés y español cada dos viernes. Los números anteriores se pueden encontrar en su versión original aquí. La Plataforma fue creada para fomentar conexiones y colaboraciones entre Atlantic Fellows, contrapartes cubanas y otras partes interesadas de la comunidad global. Nuestra misión es crear espacios para conversaciones importantes sobre la equidad, la empatía y el futuro.

El Barrio La Marina de Matanzas, ha sido una historia de éxito contra el Covid-19. Foto tomada del blog Local in Cuba

“¿COVID 19 es responsabilidad de quién? ¿Cuidar y cuidarse es un acto individual? ¿Cómo gestionar  la corresponsabilidad?”

Nuestra colega, Daybel Pañellas, planteó estas preguntas para enmarcar los desafíos políticos de la “nueva normalidad” en Cuba. Se sienten igualmente relevantes fuera de Cuba. Muchos de nosotros hemos repetido que la pandemia nos ha obligado a reconocer nuestra interdependencia. Esto es cierto, pero también ha puesto de relieve las percepciones y supuestos muy diferentes sobre la responsabilidad que existen entre las poblaciones y dentro de ellas.

Aquí en Estados Unidos, la administración Trump ha aprovechado una narrativa sobre la libertad personal para desviar la responsabilidad. Nuestro gobierno federal no solo se ha negado a asumir la carga del bienestar y la salud de su pais, sino que Trump también ha trabajado con su homólogo brasileño, Bolsonaro, para desmantelar activamente las instituciones nacionales y regionales que históricamente han asumido la responsabilidad de la salud en América Latina (Lea este artículo en el New York Times).

En Cuba, se entiende que el Estado tiene la responsabilidad última de garantizar la salud pública, pero las personas y las comunidades están cada vez más llamadas a desempeñar un papel activo. Esta semana, después de la actualización quincenal sobre los números de casos cubanos y las novedades biomédicas, echamos un vistazo a los debates internacionales en torno a la responsabilidad, la postura de Cuba sobre el cuidado y la responsabilidad colectiva, y una historia de éxito local compartida por nuestra colega Maritza López de la Red Barrial Afrodescendiente.

El debate mundial sobre la responsabilidad

Desde el comienzo de la pandemia, los gobiernos y los ciudadanos han debatido sobre quien carga con la responsabilidad de la respuesta al Covid-19. Si bien este debate a menudo se ha enmarcado en torno a la responsabilidad o la libertad, se reduce a cuestiones de cuidado: ¿Quién realiza el trabajo de cuidado? ¿Cómo se realiza? Y, ¿cómo lo reconoceremos (o no lo reconoceremos)?

Por un lado, la muy debatida estrategia sueca se ha centrado en la mitigación del virus a través de acciones voluntarias y elecciones de los ciudadanos. Taiwán, por otro lado, ha contenido el virus con una respuesta temprana por parte del gobierno, incluido el aislamiento y el rastreo de contactos. Ambos países dieron prioridad a las comunicaciones claras y basadas en hechos a los ciudadanos desde el principio. Esta componente de comunicación podría ser clave, ya que investigadores del Reino Unido han señalado que la respuesta de las personas a los consejos sobre la pandemia es tan importante como las acciones gubernamentales a gran escala, como cierres y órdenes de quedarse en casa.

Una característica definitoria de la pandemia de coronavirus en los EE. UU., por supuesto, ha sido la incapacidad del gobierno federal para responder rápidamente o proporcionar información clara y precisa; lo que lleva a una división partidista en términos de percepción del virus. Como reveló una encuesta de PEW en los primeros meses de la pandemia, una mayoría considerable de demócratas asignó la responsabilidad al gobierno federal, mientras que una mayoría más pequeña la asignó a los gobiernos estatales. Ahora, con los casos aumentando a nuevos máximos y la capacidad hospitalaria disminuyendo, los gobernadores de los estados rojos se resisten a las medidas para frenar la propagación, predicando la “responsabilidad personal” en lugar de la responsabilidad del estado.

Cuba – Responsabilidad colectiva

La respuesta de Cuba se ha parecido más a la de Taiwán, con un énfasis en la coordinación central y la acción gubernamental rápida en las áreas de aislamiento, rastreo de contactos, pruebas, mensajes públicos transparentes y restricciones públicas. Pero desde las primeras semanas del virus, también se ha pedido a las personas que asuman la responsabilidad individual, con énfasis en la cooperación y la obligación con los demás. ¿Podría esta estrategia sugerir un camino más allá de la dicotomía “individuo vs Estado” y hacia una responsabilidad colectiva en la que ambos son necesarios?

El personal de salud cubano – todos empleados por el estado – es ampliamente reconocido por su sentido de responsabilidad personal y vocación. Como lo expresó el Dr. Juan Jesús en The War on Cuba: “[Vamos en misiones] por el afán de sentirse útil, de sentir que salvaste una vida. Cada vez que pienso en que es probable que no me hayan pagado mucho, no me quejo, solo recuerdo las caras de las personas que se salvaron”.

Desde que Cuba inició un proceso de reforma del sector de la salud en 2011, ha habido un debate sobre la activación de sentidos similares de responsabilidad personal y participación comunitaria en la población en general. Dra. Isabel P. Luis y col. (2012) señalaron que en una sociedad como la cubana con “altos niveles de organización y cohesión social, y donde el humanismo y la solidaridad se declaran valores fundamentales”, ya existen las condiciones para fomentar la responsabilidad colectiva por la salud de las personas así como la de “sus familias, vecinos, compañeros de trabajo, amigos y comunidad en general”.

Desde que Cuba implementó una “nueva normalidad” el 12 de octubre, el país ha estado apostando por esta capacidad de la población con el fin de minimizar los gastos de contención de la pandemia y aumentar la sustentabilidad de vivir en medio del Covid-19 durante mucho tiempo. Tanto el presidente Díaz-Canel como el director nacional de epidemiología, el Dr. Duran, han enfatizado la necesidad de que las personas asuman la responsabilidad en “nuestras propias manos“.

Daybel Pañellas, psicóloga social y profesora de la Universidad de La Habana, comparte con la Plataforma que la “nueva normalidad” es “una oportunidad para hacer las cosas de una manera diferente”. Sin embargo, agrega que requerirá “una especie de re-socialización” para asegurarse de que las personas puedan mantener conexiones y relaciones emocionales sin dejar de mantener el distanciamiento físico.

Una historia de éxito local

“[Nuestras comunidades] no han escapado a las dificultades de hacer largas colas para adquirir alimentos y productos de aseo”, escribe Maritza López, coordinadora de la Red Barrial Afrodescendiente, sobre los desafíos diarios en la era Covid-19. Pero, dice, han encontrado una estrategia exitosa. “La manera de palearlo ha sido no ” desconectarnos”, tratando de colaborar unxs con otrxs, avisándonos de adonde poder adquirir las cosas, apoyándonos incluso en el intercambio de medicamentos entre quienes más lo han necesitado”.

Ella señala que para muchas comunidades, la cooperación local en torno al cuidado y el bienestar siempre ha sido necesaria. “La supervivencia para las mujeres negras en las comunidades con las que trabajo tiene sus variantes características pues estamos hablando de mujeres empoderadas con un sentido común y vocación de servicio. Por solo exponer algunos ejemplos, los proyectos La muñeca negra y Vísteme con gusto elaboraron nasobucos y camisolas para la población y personal técnico de salud. Afrodiverso (un proyecto comunitario) realiza juegos de participación con niñxs de su barrio, voluntariamente. Mirarte Casa Tomada (una organización LGBTQ comunitaria) elaboró y entregó jabones orgánicos gratuitamente a algunos de sus vecinxs más cercanos de la 3ra edad en estado de vulnerabilidad social.”

Increíblemente, Maritza señala que este tipo de atención y solidaridad a nivel comunitario, en combinación con “las noticias que el gobierno ha brindado sobre la incidencia del COVID dentro y fuera de Cuba”, ha permitido que algunos “barrios estigmatizados e históricamente marginados”como la Marina de Matanzas no haya tenido que lamentar ni un solo caso de Covid-19 entre sus pobladores.

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Sarah Stephens, Justine Williams, Mariakarla Nodarse

Cuba

Sarah Stephens, fundadora y directora de la Plataforma para la Innovación y el Dialogo con Cuba, es una líder veterana en derechos humanos y justicia social, enfocada durante los últimos 20 años en las relaciones de Estados Unidos con Cuba. Fundó Center for Democracy in the Americas, que jugó un papel clave en el logro de la histórica apertura entre Estados Unidos y Cuba en 2014 y ha encabezado delegaciones de cientos de líderes culturales y políticos, incluidos más de 60 miembros del Congreso de Estados Unidos y Senado. Su proyecto más reciente, CARE LAB, está diseñado para unir personas e ideas en apoyo de un mundo más centrado en el cuidado.

La Dra. Justine Williams, es directora general de la Plataforma para la Innovación y el Dialogo con Cuba y cofundadora de CARE LAB. Es una experimentada investigadora etnográfica, defensora, administradora de organizaciones sin fines de lucro, educadora, autora y antropóloga con 15 años de experiencia en el aprovechamiento del conocimiento y la experiencia humana para el cambio social en temas de justicia alimentaria, económica, territorial y racial y de género. Ha trabajado para centros universitarios y think tanks sin fines de lucro y es editora del volumen Land Justice: Re-imagining Land, Food and the Commons.

Mariakarla Nodarse, coordinadora de programas de la Plataforma para la Innovación y el Dialogo con Cuba, es abogada con Maestría en Estudios Jurídicos Internacionales y especialización en organismos internacionales. Su tesis exploró las barreras legales a la efectividad que enfrentan las ONG en América Latina. Nacida en Cuba y luego de mudarse a Italia y a los EE. UU., Mariakarla es trilingüe y tiene experiencia trabajando entre divisiones culturales y lingüísticas.